Las emociones adolescentes pueden parecer una montaña rusa. Pero algunas señales nos indican que el malestar es más profundo y necesita atención. Reconocerlas no es para asustarse, sino para actuar con tiempo. Daniel Goleman, experto en inteligencia emocional, dice: “las emociones que se entienden, se regulan. Las que se niegan, se desbordan.”

No hablamos de etiquetar o diagnosticar, sino de estar atentos a comportamientos que se sostienen en el tiempo y afectan su bienestar. “Detectar un problema de salud mental en la adolescencia es una oportunidad para intervenir antes de que crezca en silencio.” — Organización Mundial de la Salud (OMS).

¿Qué cambios debemos prestar mayor atención?:

  • Autolesiones o conductas impulsivas.
  • Aislamiento excesivo o rechazo a todo contacto.
  • Irritabilidad constante o cambios de humor extremos.
  • Alteraciones en el sueño o la alimentación.
  • Bajo rendimiento escolar, apatía o desmotivación.
  • Comentarios de desesperanza o ideas autodestructivas.

Según Jesper Juul, terapeuta familiar, “no es raro que los adolescentes hablen con su comportamiento más que con sus palabras.” Es importante, por tanto, prestar atención a esos cambios que se producen en nuestros hijos/as de manera sutil, ya que rara vez serán ellos mismos quienes lo digan abiertamente. Hacerles muchas preguntas que, posiblemente, ni ellos sepan contestar, puede provocar que se cierren más y que no acudan a nosotros para pedir ayuda.

No es raro que los adolescentes hablen con su comportamiento más que con sus palabras.
Jesper Juul, terapeuta familiar.

Entonces, ¿qué puedo hacer si veo alguna señal?

  • Escuchar sin juzgar ni minimizar.
  • Nombrar lo que se observa desde el cuidado.
  • Buscar orientación profesional para evaluar.
  • Evitar dramatizar o controlar, y más bien acompañar.

A veces, un pequeño gesto —estar, escuchar, sostener el silencio sin apuro— puede abrir una puerta que parecía cerrada. La clave está en no mirar para otro lado cuando algo nos preocupa.