Cada vez más familias se enfrentan a la misma pregunta: ¿cuándo es el momento adecuado para dar el primer móvil?
Vivimos en una era digital donde los teléfonos son casi una extensión del cuerpo, pero para los adolescentes también pueden convertirse en un terreno de comparación, exposición y ansiedad.
Antes de decidir, conviene mirar más allá de la edad y centrarnos en la madurez emocional, las necesidades reales y la educación digital que acompaña el proceso.
En España, casi el 95% de los adolescentes tiene acceso a un smartphone antes de los 14 años (INE, 2024).
No es cuestión sólo de edad, sino de preparación
El momento depende de la capacidad del adolescente para gestionar límites, su sentido de la responsabilidad y la confianza familiar. Puedes preguntarte:
- ¿Mi hijo/a entiende las consecuencias de lo que publica?
- ¿Sabe decir “no” a una cadena o petición inadecuada?
- ¿Puede autorregularse o necesita supervisión constante?
- Sabe diferenciar entre lo que ocurre en la vida real de lo que ocurre a través de una pantalla?
- ¿Hay una seguridad en el vínculo para que venga a contarme situaciones difíciles que le puedan haber sucedido?
La American Academy of Pediatrics (AAP) insiste en crear un “Family Media Plan”, valorando la madurez de cada niño o niña más allá de una edad concreta.
Qué tener en cuenta antes de entregar el móvil
Educar en el uso responsable del móvil no es prohibirlo, sino enseñar a convivir con él. Por tanto, el objetivo no es controlar, sino que aprendan a autocuidarse también en lo digital.
Abrir espacios para hablar de lo que ven, lo que les incomoda o lo que no entienden es una de las herramientas más poderosas de prevención.
Si te estás planteando el dar a tu hijo/a un móvil, puede serte útil:
- Empieza por alternativas: teléfonos sin internet, relojes con GPS o el móvil familiar compartido.
- Crea normas claras desde el inicio: zonas y horarios sin pantallas: antes de dormir, durante las comidas, en el tiempo de estudio, etc.
- Activa controles parentales: herramientas como Google Family Link o Apple Screen Time. (Esto no puede ser lo único a usar, la mayoría saben cómo sortearlo).
- Acompaña el proceso: no se trata de vigilar, sino de conversar. Tienen que verte como la persona a la que acudir en caso de verse un problema, no como el/la policía que controla sus conversaciones.
- Revisa juntos la privacidad: quién puede ver, comentar o contactar. Cuáles son sus derechos en la red, qué tipo de mensajes son legales y cuáles son un delito.
- Da ejemplo: el modelo de uso familiar es la mejor enseñanza. Como más se aprende es a través de la observación. Por tanto, hay que dar coherencias a los valores que se transmiten.
Riesgos más comunes
UNICEF advierte que el exceso de tiempo frente a las pantallas se asocia con problemas de sueño, aumento de ansiedad y menor satisfacción vital.
Aunque podamos retrasar el encuentro con el mundo digital de nuestros hijos/as, es evidente que ese momento siempre va a llegar. Así, lo que hará la diferencia serán las herramientas y capacidades personales que tengan para hacer frente a la ingente cantidad de información que van a recibir. Por ejemplo, saber diferenciar una fake new del hecho real, tener la exigencia de solicitar identidad a personas desconocidas, desconfiar de enlaces o links que llegan por diversos medios, etc.
Además, a todo esto, habrá que sumarle la capacidad para medir y controlar el propio uso de los dispositivos electrónicos, que aunque venga guiado al inicio, poco a poco tendrán que ir siendo ellos mismos quienes se autorregulen. Es así como tendremos que diferenciar, entre lo que es un uso común y apropiado de los dispositivos electrónicos, a un abuso de ellos y, por tanto, una adicción. Es preciso remarcar que el abuso no suele venir tanto por el dispositivo en sí, sino por el contenido que hay detrás: redes sociales, videojuegos, juegos de apuesta, porno, etc. Por tanto, cuando hablemos de una adicción será importante tener esta información y organizar el proceso terapéutico en función de estas diferencias.
Algunos de los riesgos que más se observan en adolescentes son:
- Problemas de sueño: el uso nocturno altera el descanso y la atención, aspecto que genera, en muchas ocasiones, dificultades en el aprendizaje.
- Comparación social: las redes amplifican la autoexigencia y la baja autoestima, especialmente en la chicas, quienes se exponen a una constante imposición de estándares de belleza muy elevados que son imposibles de conseguir y que terminan en frustración.
- Ciberacoso o sexting: exposición a dinámicas de riesgo sin preparación suficiente y que sigue a la persona allá donde vaya, lo que hace prácticamente imposible poder liberarse de ese sufrimiento.
- Desconexión del entorno real: menos juego, menos conversación y más aislamiento son algunas de las consecuencias de usar las pantallas como modelo de socialización. Muchos adolescentes tienen dificultades para gestionar conversaciones en la vida real y hacer frente a conflictos comunes.
Dar un móvil no debería ser un regalo impulsivo, sino una decisión educativa y emocional que debe ser planificada para llevarse a cabo de manera gradual.
Cada adolescente necesita un ritmo distinto, pero todos necesitan acompañamiento, escucha y límites que les protejan sin aislarles.


