La adolescencia y la juventud son etapas de profundos cambios: físicos, emocionales y sociales. En ese movimiento, no es raro que aparezcan dudas, angustias, miedos o incluso síntomas que desbordan. La terapia en esta etapa puede ofrecer algo esencial: un lugar seguro donde hablar, comprenderse y crecer. Como dice la investigadora Brené Brown: “hablar de nuestras emociones es un acto de valentía, no de debilidad.” Por lo que dar el primer paso en busca de ayuda profesional, es en sí mismo un paso hacia el autoconocimiento.
No se trata solo de “solucionar problemas”, sino de habilitar un espacio de conexión interior. La terapia es un proceso donde el/la joven puede explorar lo que siente, entender cómo se vincula y desarrollar recursos para enfrentar desafíos cotidianos. Carl Rogers, pionero en la psicoterapia centrada en la persona, nos decía que “el acompañamiento terapéutico no busca cambiar a la persona, sino acompañarla a encontrarse con quien ya es.”
¿Qué temas se pueden trabajar en terapia?
Desde ansiedad o tristeza persistente, hasta inseguridades con el cuerpo, conflictos familiares o escolares, dudas sobre la identidad o dificultades para adaptarse a nuevas etapas. Todas ellas serán las formas de exteriorizar el malestar emocional, el sentimiento de vacío o heridas del pasado que nos han ido dejando huella.
¿Qué beneficios nos ofrece la psicoterapia?
- Mejora la autoestima y el autoconocimiento.
- Nos dota de herramientas para gestionar las emociones.
- Fomenta la autonomía y la toma de decisiones saludables.
- Favorece la expresión emocional y la comunicación.
- Previene futuros cuadros de sufrimiento más profundo.
Daniel J. Siegel, psiquiatra y autor de El cerebro del adolescente, afirma: que los jóvenes necesitan adultos emocionalmente disponibles, no perfectos. Por lo que la terapia hay que verla como un proceso conjunto, donde no solo el adolescente cambia y se transforma, sino que toda la unidad familiar requiere de implicación para avanzar y mejorar en el proceso relacional
Según la OMS, el 50% de los trastornos mentales comienzan antes de los 14 años, pero la mayoría no recibe atención. Un acompañamiento temprano puede ser decisivo para la salud emocional a largo plazo. Buscar ayuda no es signo de debilidad, sino de madurez. La terapia es, muchas veces, el primer paso hacia una vida más conectada y consciente. Es un regalo que los adultos pueden ofrecer, con amor, respeto y sin imponer.


